PRECEDENTE VIAJARSOLO

Hace ya años (desde el 2002) que hay una web de viajes ligada al apellido de Faus: www.ViajarSolo.com, creada por Hellen Faus, su hija pequeña.
Y hace bastantes años, con motivo de Fitur 2008 en el que Viajarsolo tenía un stand y el señor Faus estuvo en él, acompañando a su hija, trabajadores y colaboradores, escribió este artículo para la sección de noticias y curiosidades de la web de entonces, y como un guiño de los suyos a su «participación» en el éxito de esta empresa, en la que efectivamente ¡¡tiene muchísimo que ver!!

El Precedente de “viajarsolo.com”: Yo viajé solo al sur de Siberia

Hace de ello ya bastante tiempo: Por dos veces, ya hace nada menos que cuarenta, y treinta y pocos años. En aquel tiempo no se viajaba con la facilidad de hoy, pues no existían los servicios actuales. Pero a pesar de ello yo hice dos viajes a varias de las llamadas entonces Repúblicas Socialistas Soviéticas de la URSS, lugares, entonces, muy remotos. Prácticamente prohibidos.

El primer viaje a Rusia

En 1968 fui seleccionado para participar en una expedición de montaña al Cáucaso, era un tiempo en el cual España no tenía relaciones –ni diplomáticas, ni políticas, ni comerciales- con los países llamados del Telón de Acero. Pero, con todo, había una posibilidad de atravesar aquellas fronteras si existía algún motivo muy justificado y poco sospechoso como el deportivo: para ello había que conseguir primero la especial autorización española y luego también la aceptación del inmenso mundo soviético. Y todo ello requería unos meses de tramitación en ambos bandos.

Aquél año –hace de ello ya cuatro décadas- un grupo de 15 montañeros españoles, entre los que se encontraban también Félix Méndez, César Pérez de Tudela o Carlos Soria participamos en una de las expediciones nacionales más allá de nuestras fronteras, que nos llevó a vivir una  experiencia pionera que ayudaría a promover posteriores viajes a montañas más altas y remotas. Íbamos a conocer y a escalar el Cáucaso, imponente cordillera situada entre Europa y Asía, al sur de Rusia y entre el mar negro y el caspio, y haríamos el ascenso de una montaña llamada Uschba, de 4.710 m, uno de los emblemas de este sistema. Estuvimos allí todo un mes, con vuelo obligado a la ida y a la vuelta a pasar por el aeropuerto de Moscú. Era un rodeo obligatorio pues Moscú era la única puerta de recepción turística de toda la inmensa Unión Soviética, se llegara de donde se llegara.

Previamente habíamos tenido que permanecer tres días en París por legalización y cambio de pasaportes especiales, a causa de estar allí la única delegación soviética en toda Europa. Y confieso que todo el grupo teníamos un cierto temor ante el extraordinario viaje. Pero también tengo que afirmar que una vez en la URSS fuimos tratados muy bien por los rusos y por los Caucasianos: nos miraban como a bichos raros ya que con excepción de los políticos exiliados después de nuestra guerra civil, no existía trato alguno entre rusos y españoles.

7 años después. ¡Y solo!

El viaje de 1975 ya fue algo distinto. Yo había leído en un boletín alpinista francés que la Federación de Montaña soviética organizaba un campamento internacional para alpinistas expertos en el Pamir (Asia Central, Repúblicas de Chechenia, Kazakhstan y Kirguistán). Con la previa aceptación de cada solicitante y una vez enviados mil dólares a la Federación de Moscú, ya no había otra instrucción que presentarse en una fecha determinada en el aeropuerto de Moscú.

En principio esta oferta nos  había interesado a mi y a otros tres compañeros de Madrid. Iniciamos la gestión de permisos con unos imprescindibles meses de anticipación. Pero poco a poco los otros tres me fueron comunicando sus  pegas: uno tenía problemas con las fechas de vacaciones a otro le habían surgido inconvenientes económicos y al tercero le había surgido inconvenientes por parte de su mujer. Pero yo proseguí en ello. Envié mis mil dólares y, en la fecha fijada y mediante vuelos a Zurich y a Varsovia aterricé en el día indicado en el inmenso aeropuerto de Moscú.

Tengo que confesar que, de nuevo, tenía yo un cierto temor: ¿y si al llegar no me esperaba nadie en el aeropuerto? ¿Qué podía sucederme, tan solo, y en un pais tan enorme y distinto? Pero yo confiaba en mi experiencia anterior y con esperanza pisé de nuevo el territorio ruso.

Y no surgió ningun problema: mientras hacia cola para mostrar a la policia el pasaporte especial, apareció un enorme individuo con una foto mia en la mano para reconocerme y atenderme. Me miró bien y luego, agarrándome por el hombro con una mano como una zarpa, me espetó:

¿Agostino Faus?

Y la contestación mia,

– Da, da… – (si, si), contesté yo… Y ya respiré. Desaparecieron mis temores y choqué mi mano con aquella enorme garra. Y ya me sentí como uno más entre todos los rusos, siberianos, ucranianos, chechenos y uzbecos de la cola. En una especie de mezcla de ruso, inglés y francés me enteré que aquel hombre iba a estar a mi cuidado (¿y vigilancia?) mientras estuviera en Moscú. Me metió en un gran autocar completamente vacío, especial para mi solo, pues yo solo era el “spanka-groupe” (grupo español) recién llegado. Y seguidamente me dio una obligada y completísima vuelta por todo Moscú enseñándome sus monumentos y edificios, los históricos, los modernos y los políticos que yo ya conocía de la vez anterior.

A través de unas anchísimas avenidas con muy pocos coches y muchísima gente por las aceras me llevo al Hotel Sputnik, especial para turistas deportivos extranjeros. Y allí fui conociendo a todos mis compañeros de campamento: un numeroso grupo de “alpinisti” búlgaros y otros grupos más reducidos de montañeros suizos, checoeslovacos, austriacos, polacos, norteamericanos y alemanes del este y alemanes del oeste (era la época en que Alemania estaba todavía dividida por el “muro de la vergüenza”). Con todos ellos iba a trabar buena amistad durante varias semanas.

Un día después, completado ya el grupo internacional, efectuamos otra obligada e ineludible visita a Moscú: canchas deportivas, museos de arte, monumentales estaciones de metro y museos de los logros soviéticos con inclusión de la cápsula espacial de la perrita Laika que había sido el primer ser vivo mandado al espacio. También vimos otra cápsula, la de Yuri Gagarin, el primer hombre en afrontar la misma aventura espacial, en este caso con feliz retorno.

Siguieron otras visitas a muchos edificios y avenidas. Y luego, en un ruidoso avion “turborreactor” –mezcla de motores de hélice y de reactores- iniciamos un larguísimo vuelo durante toda una noche, siempre hacia el este, a través del cielo de la más desconocida Siberia, para aterrizar en la ciudad de Osh, capital de la entonces republica de Kirguistán, muchos miles de km mas a oriente. Allí la recepcién fue fenomenal y perfecta. Al pie de la escalerilla vimos llegar hacia nosotros una multitud de niños con banderitas y flores y abrazos y descubrimos también muchos mástiles donde ondeaban los colores de los paéses visitantes, incluida la roja y gualda dedicada al unico “alpinisti” llegado de la lejana “Spanka”, que era yo. Fue emocionante: recepciones, apretones de mano y abrazos muy poderosos. Muchos discursos –que nadie entendía porque casi todos eran en rusos- y mucha fruta fresquísima y mucho champán “ruso” de terrible potencia, y mucho vozka todavía más terrible… Y luego, en autocares, y mas tarde en unos imponentes camiones todo terreno fuimos acercándonos a las montañas de Asia central, más conocidas como “el nudo del Pamir”.

El largísimo viaje terminó en un perfecto campamento formado con muchas tiendas y barracones de madera, y hasta con luz eléctrica. Estábamos ya a 4300 m de altitud, y las montañas que nos dominaban eran mucho más altas todavía, algunas sobrepasando los 7000 m y todas recubiertas de espesas mantas de nieve eterna y hielo. Y bajo nuestros pies había una hermosísima pradera con miríadas de flores preciosas; las que todos conocemos con el nombre de Edelweiss.

Y mucha gente del país: pastores khirguisses junto a sus enormes corderos y perros guardianes de los rebaños de vacas y toros. Estaban al lado de sus “yurtas” o tiendas circulares hechas con pelo de camello prensado. Todo tenía un neto y extraordinario estilo mogol.

Toda aquella gente sabía ya que entre el grupo recién llegado había un “spanka”. Y resultaba que yo era el más llamativo de todos para ellos, el más extraordinario de los visitantes. Venían a mirarme, a tocarme para saber si estaba hecho como ellos, y todos me preguntaban si había conocido a Dolores Ibarruri (La Pasionaria), un verdadero ídolo en Rusia, si era del Real Madrid, y si había cantado alguna vez con Rápale. Para ellos Spanka era el país productor de personajes e identidades famosísimas como los enumerados, verdaderos ídolos en las URSS.

Las montañas eran muy altas y bastante difíciles, pero eran lo menos exótico para nuestro grupo de alpinistas habituados a los Alpes, a los Andes y al Caúcaso. Eran montañas más o menos difíciles pero montañas, al fin y al cabo. En cambio, aquella gente y su ambiente eran tan raros para nosotros como nosotros lo éramos para ellos.

Viajar Solo, ayer, hoy… ¿y siempre?

Una vez finalizado el campamento y las actividades de altura, nos obsequiaron con una visita turística a 3 ciudades, 3 lugares de ensueño, 3 lugares de las mil y una noches: TASKENT, BUJHARA Y SAMARKANDA.

Hoy, pasados 40 años, un turista cualquiera, mediante los servicios de mi hija en viajarsolo.com puede ir a aquellos países de ensueño del Asia Central, al pie de las montañas del Pamir.

Pero en aquellos ya lejanos años, no podían existir las facilidades actuales que lo resuelven todo.

Entonces había que echarle valor, mucho valor.

A pesar de ello valía la pena visitar estos mundos.

Y hoy, con muchas más facilidades, sigue valiendo la pena.

Agustín Faus Costa, febrero 2008

Faus en Fitur 2008, en el stand de ViajarSolo.com como uno más del equipo.
De arriba abajo, izquierda a derecha:
Saby Mateo, Claudia Muro, Hellen Faus, Noelia y Marta
Agustín Faus, Eduardo y Javier Fernandez Fañanás